Belleza, imagen corporal
y cirugía estética

El rostro

La parte del cuerpo que nos identifica por encima de las otras es el rostro. Somos conscientes de que el rostro es portada de nuestra identidad. El cuerpo humano es reconocido y recordado por los demás a través del rostro. Esta parte, que no puedo ver directamente, es la parte más identificadora de mí hacia el otro; y es lo primero que busco en los demás y lo primero que los demás buscan en mí.

El rostro es aquella parte del cuerpo que más íntimamente aflora mi vida de conciencia y emotividad. Es la manifestación del “yo” a los demás.

Dentro de los rasgos que definen un rostro, las arrugas muestran el paso del tiempo y la evolución histórica del propio individuo. Las ojeras o bolsas palpebrales entristecen la expresión de la mirada y le dan aspecto cansado. La pirámide nasal centra y da proporcionalidad a la cara. Es una parte muy prominente y guarda estrecha relación estética con la prominencia del mentón y los pómulos.

Las intervenciones de cirugía estética que corrigen los defectos de cualquiera de estas zonas, modifican el conjunto del rostro y su expresión y son, por ello, modificadoras de la imagen corporal.

No podemos pensar que la imagen corporal es un hecho para estudio anatómico o fisiológico simplemente. Cada individuo percibe su cuerpo desde dentro y tiene una atmósfera corporal vivida del propio yo. A este hecho López Ibor lo llama “corporalidad” o también calidad de “cuerpo vivido”, de “cuerpo animado”. Es esencial el estudio de la personalidad del individuo, así como su relación con el entorno social, del que forman parte las costumbres y modas. El sujeto está en el mundo de una forma activa y contribuye a configurar su entorno. Es una presencia y como tal debe ser mirada desde el punto de vista estético. Es labor del médico estudiar la corporalidad total del individuo enfermo. No entraremos en detalle en la enfermedad, pero sí es importante darse cuenta de que no solo es el cuerpo el que está enfermo; la enfermedad no es un proceso objetivo, aislados del yo, puesto que existe el sufrimiento (López Ibor, 1974). (12)

Podríamos afirmar que toda enfermedad es una manifestación del fracaso de la corporalidad en cierta área o función. Pensamos con López Ibor que “cualquier parte del cuerpo sirve a la corporalidad, el ojo a la mirada, la garganta a la voz, los pies a la marcha…” Desde el momento que un órgano está vivo, forma parte de la vida del individuo, instrumento de la corporalidad. Es la misma corporalidad.
Merleau Ponty se refiere a la ambigüedad que supone  que seamos cuerpo y corporalidad, el que seamos una integración del destino e impulso, el que se transforme el ser cuerpo en tener cuerpo, el que seamos la presencia unitaria de un yo corporal y de un cuerpo mundano. En esta ambigüedad se fraguan y deben ser tenidas en cuenta las percepciones y alteraciones de la imagen corporal por el individuo; por eso no pueden separarse la herencia y el medio, la causa o etiología y el sentido que el propio individuo tiene de su imagen corporal. Por eso el cirujano plástico y estético ha de escuchar, saber estar atento, interrogar solícitamente buscando la intimidad de la corporalidad. No se pueden separar el cuerpo humano de su entorno. Por ello todas las enfermedades deben ser consideradas psicosomáticas, en un sentido amplio.

Cierto es que hay muchas personas con una deformidad acusada que la aceptan y adaptan a su vida, sin causarles mayor obstáculo. También lo es que alteraciones o enfermedades a nivel del lóbulo parietal o a nivel vestibular, u otras enfermedades orgánicas, pueden alterar la vivencia del propio cuerpo, ocasionando síntomas de despersonalización.

El cirujano plástico se centra en el individuo poseedor de un defecto físico del que es conocedor, y que, conociendo también las posibilidades de la cirugía, acude al médico porque piensa que con una intervención quirúrgica se verá libre del defecto. Cierto es que este defecto, que tiene una base real, puede convertirse para el enfermo en una obsesión y transformar al enfermo en un dismorfofóbico.

El dismorfofóbico es un enfermo que acude al médico insistentemente preocupado por una deformidad, con la esperanza de verse libre del ella. Este trasfondo, que puede o no tener una base real en un defecto físico, Stekel lo considera como síntoma de la esquizofrenia. Nosotros junto con Scharfetterm pensamos que hay una clara diferenciación entre la idea obsesiva y delirante y que más a menudo se trata de una manifestación neurótica. Si se analiza profundamente la actitud del dismorfofóbico se aprecia que muchos carecen de base suficiente para su obsesión. Pero lo cierto es que estos enfermos se sienten marginados debido a este defecto físico, real o imaginario, y piensan que eliminándolo resolverían un gran problema de su vida. Llegan algunos a pensar que la fealdad externa es reflejo de la maldad interna a los ojos de los demás.

El individuo afecto de un defecto físico y obsesionado por el mismo, se siente criticado por los demás, piensa que los demás están continuamente observando su defecto. Está hipersensibilizado a la actitud de los demás hacia él (Kolb, 1959). (13)

Es un hecho la importancia creciente que cada día se da a la imagen corporal dentro de la vida social. El aspecto físico puede ayudarnos a nuestra promoción profesional, sobre todo en las personas dedicadas a las relaciones públicas y a la política.

Así mismo está constatado, que pocas personas de las consideradas normales están plenamente satisfechas de su propio aspecto. Vemos, pues, toda una graduación en la relación entre defecto físico y corporalidad.

En esta monografía no vamos a tratar los trastornos de la imagen corporal de los pacientes anoréxicos.  Bruch (1962) (14) describió la relación de los rasgos psicopatológicos y la imagen corporal en la anorexia nerviosa. Los pacientes con esta patología poseen un sentimiento paralizante de ineficacia personal, de incapacidad para captar la información interna del propio cuerpo y la vergüenza que se siente del propio cuerpo.

La American Psychiatric Association (APA 1994) (15) describe la relación entre anorexia y las alteraciones de la Imagen corporal en las sucesivas ediciones del manual Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-IV): “El paciente se ve el cuerpo con más tamaño que el real y quiere disminuirlo”.

En el otro extremo estarían los problemas de la obesidad mórbida, o de aquellas personas que solo piensan en comer o incluso aquellas afectas del síndrome de Prader-Willi, aunque si una vez operadas con técnicas de cirugía bariátrica, o bien con tratamientos dietéticos, ejercicio, apoyo psiquiátrico, logran perder peso pero adquieren mucha flacidez, es preciso corregir los defectos tan acusados que presentan a nivel de las glándulas mamarias, ptosis mamaria,  abdomen péndulo con un gran delantal cutáneo -graso y flacidez en las extremidades y es el cirujano plástico mediante técnicas de pexias mamarias, abdominoplastias, lipoescultura, lipectomías el que corrige estas deformidades con el objetivo de devolver la normalidad a su imagen corporal.

Al valorar la relación que existe entre las modificaciones de la imagen corporal en los pacientes sometidos a cirugía estética hay que tener en cuenta la relación psicosomática y las posibles modificaciones de la vivencia de la corporalidad que experimentan al ser sometidos a una intervención correctora de un defecto físico.

Palmer, en 1952, realizó un estudio psicológico antes y después de la corrección quirúrgica en enfermos afectos de deformidad nasal  como consecuencia de un traumatismo. Dentro de este grupo los adolescentes dieron mucha más importancia a la deformidad y experimentaron mayor satisfacción al resultado de la intervención.

Knorr y Hopp realizaron un estudio evolutivo de los distintos cambios o reacciones de los niños con un defecto congénito a lo largo del crecimiento, haciendo hincapié en el aislamiento y depresión que sufren estos niños cuando van a la escuela. MacGregor y Abel llegan a afirmar que la oposición que sufren las personas deformes en nuestra sociedad es similar a la de otros grupos de minorías. Por ser distintos de la mayoría, su posición es de marginamiento social.

Es de destacar la gran importancia que tiene durante todo el período escolar las deformidades en extremidades superiores e inferiores y al llegar a la época de la pubertad la gran importancia que adquieren las deformidades de la cara (Goumain, Izquierdo, 1957).(16)

Vemos pues que es importante conocer los cambios psicológicos y fisiológicos en las distintas etapas de la vida.

Al principio de la adolescencia, el niño presenta muchos cambios que alteran su imagen corporal y afectan considerablemente su autoestima, los cuales requieren un ajuste no sólo físico, sino también psíquico. En estos adolescentes conviene esperar a que se complete el desarrollo físico hacia los 17-18 años, para realizar una cirugía estética, salvo en casos de afectación psíquica o funcional importantes. (orejas en soplillo en un niño que empieza el colegio y se ríen de él  , llamándole Dumbo)

En la madurez, la imagen corporal suele ser más estable. En cambio en los defectos congénitos se debe operar antes por la necesidad de reducir la ansiedad producida por la frustración y la insatisfacción personal relacionada con este defecto.

El fin de la cirugía plástica-estética no es sólo un proceso mediante el cual se busca embellecer al individuo, sino más bien un proceso que permite proporcionar a éste una autoimagen más adecuada y positiva paliando el sufrimiento que una deformidad le pueda ocasionar, por tanto, una mayor calidad de vida.

Toda experiencia que incremente la autoestima aumentará, a la vez, la confianza en sí mismo y la propia seguridad, y por tanto, equilibrará y estabilizará la salud mental.  

La cirugía estética es única porque difiere de cualquier otro procedimiento quirúrgico. Es solicitada por el paciente y no por el médico.

Debido a que la cirugía estética es requerida por los pacientes, los cirujanos deben reconocer potencialmente el complejo entorno psicológico del procedimiento estético.

La selección apropiada, por parte del médico, del paciente para la cirugía estética debe empezar  por conocer cuál es su motivación.

Según Edgerton y Knorr, los pacientes que solicitan cirugía estética pueden tener motivaciones debidas a presiones internas o externas.

La necesidad de satisfacer a otros (ej. Marido, parientes) se presenta a menudo por la falsa creencia de que un cambio en el aspecto exterior producirá resultados tales como salvar un matrimonio o mejorar una relación.

Los pacientes que se encuentran presionados pueden resultar indiferentes acerca del procedimiento, por lo tanto no son candidatos convenientes. El paciente apropiado es activo en la toma de decisiones relacionadas con los procedimientos quirúrgicos y no es influenciado por otros.

Se ha demostrado que la intensidad de la motivación está negativamente asociada con el dolor postoperatorio y positivamente relacionado con la satisfacción y que los postoperatorios son más cortos.
Hay pacientes que tienen la creencia de que la cirugía estética puede ser una buena manera para avanzar en la carrera profesional.

Este hecho, a menudo, da lugar a más decepción que satisfacción después de la cirugía.

Inversamente, si el paciente está enterado de que la que cirugía propuesta no asegura el éxito profesional, el paciente puede apreciar el aspecto alcanzado con más eficacia.

Cuando los pacientes tienen la apropiada motivación interna, la restauración quirúrgica alivia la ansiedad.